Valencia apantallada


“Hagamos una cosa. Observe detenidamente el mundo que le rodea e intente memorizar cada uno de los detalles de su vecindario, de la casa donde vive y de los objetos que en ellos se sitúan. Ahora desaparezca durante una temporada, váyase a vivir a otro lugar, búsquese un trabajo en el extranjero o viaje simplemente por placer. Pasado un tiempo prudencial (un mínimo de 10 años) vuelva al lugar de donde salió y pruebe a reconocer las cosas; verá que todo es distinto, que nada tiene que ver con lo que memorizó en su día, debido a dos causas. La primera es que nuestra memoria es traicionera y sus recuerdos son visiones fragmentadas que con el paso del tiempo pierden consistencia, se despellejan y desvanecen. La segunda es que ha llegado a un lugar diferente del universo; sí, aunque le resulte paradójico, ese no es el vecindario del que salió, simplemente es otro lugar. No es una sensación nueva, nuestros antepasados del Paleolítico  ya la experimentaban cuando volvían a un lugar que habían dejado hacía tiempo, pero es desde hace solo un siglo que los científicos saben que regresando no volvemos.” Iván del Rey de la Torre

Además de lo apropiado del nombre, que os prometemos que no es una broma de mal gusto, el texto tiene un destello de aquel que leíamos sobre el cuadro de Klee. Al fin y al cabo ambos textos abren las mismas puertas. La primera, más evidente, la mirada al pasado como hecho inalcanzable. La segunda, quizás más oculta, la proyección del presente como un futuro pasado. Una breve instantánea irrepetible por el capricho del devenir.

En ese sentido nuestra ciudad, con sus tres anillos, es probablemente psicosomática. Más que derivar su estado de aquello construido la ciudad parece percibir la situación, cómo se siente, y desde ello generar los cambios físicos. Para entendernos mejor, la ciudad se siente a sí misma primero y luego crece. Tal fue, quizás, el caso de la creación de la muralla cristiana.

Podéis encontrar en la wikipedia fácilmente un fragmento de Felipe Maíllo sobre el asedio del Cid a la ciudad que dice:

“Le cortó los aprovisionamientos, emplazó almajaneques y horadó sus muros. Los habitantes, privados de víveres, comieron ratas, perros y carroña, hasta el punto de que la gente comió gente”

Poco después la ciudad levantó la muralla cristiana que hoy marca, más o menos, lo que es casi Valencia Ciudad de Vacaciones: un descarado trasiego de maletas y gente buscando una franquicia donde comer la misma comida que podría comer en su ciudad natal. Como si el que viaja lo hiciera para buscar en la ciudad destino reminiscencias de lo que es su hogar. Quizás como ejercicio de identidad para quien necesite una está bien. También está bien no mear en las murallas.



Pero siguiendo con el tema que nos atañe. Quizás es la evolución de las murallas la que, por mucho que eche la vista atrás, menos se reconoce. El que fuera el anillo más exterior hoy se asemeja más a una autopista de coches. Aunque no menos reseñable es lo que le ha sucedido a la muralla árabe.

Su periplo se inicia como fortificación primera, luego quedó relegada a un uso de emergencia como segunda línea pero, probablemente, la peor parte vino durante el higienismo. En este período, cuando las murallas ya estaban obsoletas, la ciudad la obligó a trabajar como muro de contención de plagas y enfermedades. Es más fácil detener una epidemia si tienes a los infectados agrupados.

En este sentido es de agradecer su conservación gracias a la declaración de Valencia como plaza fuerte en 1856, siguiendo la recomendación de les Corts y del viajero francés Antoine de Latour, que llegó a citar:

Valencia posee todavía bellas murallas almenadas. Su recinto que, parecido a la cintura de una bella matrona se ha ido ensanchando con el progreso de los siglos, bajo los godos, los árabes, los cristianos, data, en su forma y extensión actuales, del reinado de don Pedro IV de Aragón y del año 1356.

Es curioso, y por tanto suponemos, que el francés había leído al recopilador Emilio Lázaro, porque hemos encontrado una referencia, también en wikipedia, que insinúa que un consejero de Pedro IV recomendó en algún momento no derrumbar la muralla. Alegando básicamente en su capacidad de atraer visitantes. Gran visión del anónimo consejero porque hoy, pasados 700 años, la triple muralla es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.

La primera en levantarse, la última a la que uno llega cuando viene desde l’horta y la más rentable es la muralla romana, datada del 138 aC, cuando los romanos fundaron Valentia. Aún hoy nos podemos imaginar las historias que sufrió, como su parcial destrucción durante la guerra de Vitruvio y Serlio. Por suerte la muralla fue reconstruida, a finales del gobierno de Augusto, gracias a las protestas populares que aclamaban mayor seguridad. En algunos textos conservados en la plaza de la Almoina se puede leer el siguiente testimonio:

La gente, desorientada, no osaba a atravesar el resto de muralla. Les asfixiaba la posibilidad de elegir su destino. En algunos de los altercados de los días posteriores se escucharon los gritos: “¡La libertad nos angustia, arriba la muralla!”

También en la Almoina podemos leer que Valencia llegó a ser una de las ciudades más poderosas de la época romana, con características propias de las urbes imperiales como un circo con capacidad para más de 55.000 personas, y no hablamos de Mestalla. Unas dimensiones que pocos circos solían alcanzar.

Gracias a las políticas de conservación del  del arquitecto situacionista Santiago Calatrava podemos disfrutar de la misma muralla que  protegía a la dinastía Flavia en el siglo I dC a día de hoy.

Así, los tres anillos sitúan a nuestra ciudad como ejemplo de conciliación entre el paso del tiempo y las necesidades de crecimiento. A día de hoy observamos algunas actuaciones que ocurrieron en la urbanización de la ciudad cuando se estaba produciendo esta expansión, como la iglesia de San Esteve que se construyó utilizando una de las puertas de la muralla como arco interior. El resultado, un edificio pasante de un lado a otro del muro. Cuentan que los sacerdotes de la iglesia colaban intramuros a muchos indeseados con una simple confesión. Hoy vemos como las arcadas de la iglesia se concatenan con el arco de la puerta, que cierra un lugar y abre otro.

Aunque a día de hoy es uno de los hitos más fotografiados en Valencia por los adictos a las redes sociales, tal vez la muralla debería hacer de filtro de la red móvil, y así dentro de la muralla romana solo poder contemplar, con la cabeza bien alta, la belleza que posee Ciutat Vella.

Por sintetizar: Vamos a actuar sobre la ciudad tal cual está, sin alterarla. Como nos invitó Raúl. Nos gusta con sus tres murallas, como si de una cebolla se tratase, cuanto más te adentras más emoción te causa.

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Solares:

1. La muralla cristiana. Na Jordana.


2. La muralla musulmana. La Mare Vella.


3. La muralla romana. Viciana y venerables.




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