El dormitorio



Chopin

Hoy, cuarenta años después de la propuesta para incentivar el turismo que desarrolló el Departamento de Urbanismo (con la colaboración de sus alumnos, claro), las murallas son parte vital del engranaje turístico de Valencia. Habilitar las murallas como andenes desde donde contemplar la ciudad había sido, probablemente, el mejor proyecto urbano de los últimos años; solo igualable, quizás, por el uso del antiguo cauce del río como autopista.

Parte del éxito del proyecto, entendemos, procede de la poca inversión requerida. Las murallas, desde la consolidación de la ciudad, ya habían sido utilizadas por los ciudadanos como senderos elevados que prevenían de los tortuosos y peligrosos caminos de la Ciutat Vella. Es por ello que muchas calles y plazas ya contaban con escaleras de acceso. 

Sin embargo no todo es color de rosa. Ciertamente gracias al proyecto los turistas pueden contemplar la ciudad como si de una maqueta a 1:1 se tratase. Y aunque ya no ocupan tanto las calles ni tienen que relacionarse con los que viven en el centro el resultado de la intervención ha sido en algunos aspectos inesperado. Sacar una instantánea de la catedral no tiene ningún interés en comparación con fotografiar a los que viven allí.

¿Qué hay más exótico que alguien que cree que puede vivir en un parque de atracciones? La fotografía junto al mimo de la Lonja o del retratista del Convento de la Merced lo ocupan hoy selfies junto a Concha tendiendo o Vicente de siesta. Ni en el Bioparc se tiran tantas fotos.

Así pues el proyecto se ubica en tres solares, cada uno de ellos adosado a una de las murallas, como filtro de acceso rodado a Ciutat Vella y como representación de la vida en ella: Salón, Cocina y Dormitorio. Tres espacios domésticos para un centro que necesita ser más casa y menos circo.


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Separémonos por un momento, de los brillantes flashes que iluminan bonitos lugares. Lugares donde la gente debería vivir.

El filtro del que hemos estado hablando genera que estos tres espacios concatenados terminen en el dormitorio. Se reivindica de esta manera Ciutat Vella como un espacio de todos, como lugar para habitar y no únicamente visitar. Y ese “Todos” como deja claro la misma palabra, es enfocar este barrio también para aquellas personas que no disponen de los medios para tener un espacio donde dormir dignamente. (Y qué mejor que tocando una muralla para cobijarse)

Este programa se agrupa con la creación de un edificio de aparcamiento, en este caso un parking más reservado, dirigido a algunos pocos coches de los vecinos. Ofreciendo de esta manera más espacio a un lugar de alquiler y parking de bicicletas.

Los dos programas del edificio sirven para promover la reinserción en la sociedad de las personas en riesgo de exclusión social, ya que el edificio pretende ofrecer lugares de trabajo y espacios donde contribuir a la reinserción de estas personas.

Y, ¿qué es una casa sin un lugar donde descansar? Tal vez podamos comer en “com a casa” pero yo, al menos, prefiero acabar los días en mi dormitorio, con un tazón de leche y un libro en la mesita. Asegurémonos de que todo el mundo pueda.

Tal vez no sea momento de ponernos sensibles y suene simple decir y defender el derecho a una vivienda digna para ese TODOS del que hablaba, pero me planteo este programa con Chopin a mi lado acariciando las teclas de su piano.

Tal vez la cuaresma me afecta.


Chopon

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